Se inauguraba la exposición “Bordes”. Uno de los cuadros incluía recortes del periódico de aquel mismo día. Se llamaba “Biblioteca de hoy, 3 junio 1999”. Más rápido imposible, ¿no?
Era un cuadro pintado al límite del tiempo. Colgado junto a él, había una postal enmarcada que reproducía dicho cuadro en el anverso. En el reverso, bajo el lema “Hoy se vive muy deprisa”, aparecía yo, duchado y afeitado, desayunando ricamente con el citado periódico. Esta imagen permitía comprobar, como suele hacerse en los secuestros, que la foto no había sido hecha en días anteriores.
La noche había sido larga. Por la mañana, la inestimable colaboración del artista y gran amigo Pablo Martínez hizo posible que a media tarde dispusiera ya de la edición de cincuenta postales listas para ser firmadas y numeradas. Todo salió como estaba planificado.
Por si esto fuera poco, los recortes eran de un artículo que comentaba la exposición, ¿no es verdad?
Es verdad, esto no estaba planificado. La fortuna quiso que dicho artículo apareciera el mismo día y además acompañado de una fotografía de la exposición hecha el día anterior. Como si de una historia de Borges se tratara, mi cuadro acabaría llevando recortes de la fotografía en la que se veía, en el fondo, el marco vacío que le estaba esperando.
The “Bordes” exhibition was being inaugurated. One of the paintings included clippings from that same day's newspaper. It was called “Biblioteca de hoy, 3 junio 1999”. Any faster than that would have been impossible, wouldn't you say?
That picture was painted in record time. Hanging next to it was a framed postcard with a reproduction of the painting on the front. On the back, under the slogan “Hoy se vive muy deprisa” (Today we live very quickly) was a picture of myself, showered and shaved, enjoying my breakfast while reading that same newspaper. This picture made it clear to the viewer that the photograph had not been taken on previous days, like those often sent by kidnappers.The night had been long. That morning, the invaluable assistance of my good friend, the artist Pablo Martínez, made it possible for me to have fifty postcards published by mid afternoon, ready to be signed and numbered. Everything went as planned.
As if that weren't enough, the clippings were articles about the exhibition, weren't they?
They were, but that wasn't planned. Fate caused that article to appear on the same day, and it was even accompanied by a photograph of the exhibition taken the day before. Like in a Borges story, my painting ended up containing clippings of the photograph where you could see, in the background, the empty frame that awaited it.